NO VERBALES.  Lenguajes
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   El ser humano recibe multitud de mensajes por los sentidos, sin necesidad de palabras que se los expliquen. Esos lenguajes: símbolos, tonos, gestos, matices, silencios, sentimientos, adoronos,  sospechas, posturas se aspiran desde los primeros años de la vida. Con sólo ver o mirar, oír o escuchar, en virtud de las interpretaciones habituales que cada ser humano hace, capta lo que hay detrás de los signos y los integra en su red de sensaciones, preferencias y de reacciones.
   El niño recibe muchos datos por simple "intuición", antes de que madure lo suficiente para usar la lógica. Le basta ver para entender. Por eso, a veces, se le denomina "animal óptico", aunque habría de definirle como "animal sensorial". Por eso el lenguaje no verbal es el primero que el ser humano desarrolla. Y en los niños pequeños es el más importante hasta que la madurez le permite usar más el verbal, a medida que enriquece el vocabulario. 
   Por eso el niño, que es más intuitivo y sensible que lógico y abstracto, se educa en todos los terrenos, también en el religioso, por lo no verbal antes que por la palabra. Antes de recibir una explicación, ya reacciona interpretando y diciendo: "me gusta", "me cae bien", "no me fío", "me asusta"... Antes de decir esas expresiones, las siente, las vive, las intuye, las formula, las integra en su interior.

   1. Uso general siempre

   En nuestros tiempos se da gran importancia a los cauces de la comunicación no verbal, que es la transmisión de mensajes no expresados con palabras, sino a través de signos convencionales, de objetos artificiales, de hábitos, usos y gestos de ordinario naturales. Existe un amplio abanico de formas comunicativas que los hombres han ido construyendo en cada lugar, tiempo y cultura.
   Abarcan todos los campos, también el religioso. Por eso en la catequesis importan estos lenguajes no verbales. Las formas de hablar, posturas, vestidos, insinuaciones, tonos, predisposiciones, comunican muchas veces más que las palabras. En todas las creencias y sistemas doctrinales, el lenguaje religioso está cargado de elementos no verbales: gestos, colores, símbolos, ornamentos, tiempos, lugares, recuerdos... Ese lenguaje no verbal es imprescindible para transmitir mensajes religiosos: ideas, deberes, plegarias, senti­mientos. La educación religiosa se apoya mucho en ese aprendizaje de vehículos de esta naturaleza.
   El catequista no necesita ser un técnico en comunicación no verbal para ejercer su tarea. Pero sí requiere conocimientos básicos, descubrimiento de los usos del entorno de los catequizandos y cierta experiencia para descifrar el valor que tienen los gestos y las intuiciones implícitas en los signos religiosos.
   Trata con personas inmaduras y con ellas funciona más la sensación y la intuición que la lógica. Pero también vive en un ámbito humano en el que se comunica con el gesto y el símbolo.

   2. Ingredientes de lo no verbal

   El tono, talante y estilo, modo de voz, postura, tipo de palabra, momento, etc., que no son directamente expresiones verbales, indican muchas veces la intención que hay en decir o en ocultar algo, en decirlo de forma displicente o de ofrecerlo con la sonrisa en los labios. Los lenguajes no verbales pueden ser, por lo tanto, diver­sos:

   2.1. La distancia

   La distancia, estudiada por la proxémica según la llamaba Edwuard Hall, es un ingrediente de la comunicación. Facilita la persuasión o la indiferencia, el sentido de amenaza y la actitud de acogida y confianza. Puede ser de varios alcances y significaciones:
      -  distancia de intimi­dad (25-50 cms.), que implica calor, cercanía, afecto.
      - distancia de amistad, aprecio y confianza perso­nal (50 cms. a 2 mts.). Supone seguridad,, naturalidad, cordialidad, facilidad para el mutuo encuentro.
      - distancia social, formal relacional (de 2 a 5 m.). Insinúa simple comunicación, fugaz, pasajera, profesional.
      - distancia pública (de 3 a 10 m.) es la equivalente a lo formal Suscita el anonimato, el cumplimiento,  la simple oferta general del deber cumplido.
   El cate­quista puede preguntarse cómo es la mejor colocación física de los niños, así como la suya propia, para asegurar la relación conveniente en el grupo. Debe aprender a jugar con la baza de la distancia como cauce de interrelaciones. Un consejo amistoso ante un problema de un catequizando exige una distancia física muy diferente a la exposición ante un grupo numeroso.

   2.2. La kinésica

   La kinésica fue creada y analizada teóricamente por Ray L. Birdwhistell y definida por él como "teoría de los gestos móviles". (kineo, movimiento). Esos gestos móviles tiene un significado: natural unas veces y otras artificial.
   Abarca factores como la postura, la mirada, los pequeños movimientos de cara, labios, manos, cuerpo; estudia la inmensa gama de comunicaciones que hacemos con cada parte el cuerpo, tanto de forma imperceptible y natural como en procesos intencionados de afecto o de amenaza, de interés o indiferencia.
  Hay kinemas de diversos tipos. Cada uno tiene su propia entidad:
      - Unos son faciales: cara, ojos, frente, boca. Sólo con una docena de kinemas simples del rostro: rictus, contracciones, gestos elementales, se pueden expresar con el rostro decenas de miles de expresiones: rechazos, acogidas, agrados o desagrados, confianza, temores, agresividad, desprecio...
      - Otros son manuales: dedos, puños, movimientos coordinados o de una sola mano. En todos los ambientes las manos hablan para saludar, para amenazar, para advertir, para reclamar.
      - Y otros son globales de todo el cuerpo: contorsiones, posturas, disposiciones. Indican temor o valor, firmeza o vacilación.
   El catequista observador estudia cómo funcionan sus ojos, su rostro, sus manos, su posición de las piernas... Y unas veces acompaña con estos signos sus palabras y en ocasiones basta el gesto para asegurar una idea o una norma.
   Mira si resulta comunicativo o distante, si atrae la confianza, si sólo despierta reacciones neutras o incluso de oposición. Si es distraído, puede ignorar que la mayor parte de lo que transfiere a sus catequizandos está condicionado por  "detalles" imperceptibles, pero decisivos.

   2.3. La sincrónica

   No basta la proxémica y la kinésica para que haya comunicación. La tercera dimensión de la comunicación no verbal se halla en la acogida del receptor, la cual supone sintonía y sincronía de gestos y actitudes. Suele llamarse "rapport", o conexión subterránea o subconsciente, a la que se establece entre emisor y receptor. Tiene ingredientes de afectividad (empatía, simpatía) y también de comprensión, de expresión, de voluntad y de compenetración.
   Por eso, a medida que se hace uno experto en el lenguaje no verbal específico de una persona cercana (familiares, amigos, jefes), los gestos, las posturas, los rictus, los silencios, adquieren una mayor fuerza transmisiva.

   2.4. El silencio.

   También los silencios son vehículos de comunicación no verbal. Pueden resultar con frecuencia un modo de comunicación de especial significación: condolencia, desprecio, indiferencia, desconcierto, desaprobación, respeto, admiración, etc.
   En el terreno religioso el silencio ha tenido siempre una dimensión espiritual o piadosa (clausura, oración, dolor, meditación). Es bueno mostrar a los catequizandos el valor del silencio y, en ocasiones, exigir­lo o sugerirlo: silencio de oración, silencio de meditación, silencio de respeto, silencio de admiración.

  

 

   

 

 

2.5. Los códigos.

   Son series sistemáticas y convencionales de signos que se usan en un entorno o en un contexto. Tienen gran poder transmisor, debidamente combinados, ágilmente dominados y espontáneamente empleados. Requieren un aprendizaje previo para que adquieran toda su fuerza comunicativa.
   El poder de un código varía con el tiempo y con los lugares. Basta pensar lo que son los signos de cortesía y urbanidad en las diferentes culturas o a lo largo de los siglos. A veces los códigos duran mucho y llegan a ser de uso internacional e intercultural. Pero en más ocasiones son fugaces, sectoriales, incluso secretos: signos de jugadores, de delincuentes, de sectas, de oficios.
   Los más tradicionales y conocidos son los siguientes:
   + La haráldica, que expresa por emblemas y objetos la dignidad, los privilegios, las gestas, las evocaciones. Los escudos civiles, militares, eclesiásticos, sociales o profesionales están llenos de claves que es preciso conocer para moverse en los ámbitos en los que son usuales.
    + Los uniformes, que son vestidos igualitarios que expresan la pertenencia a un grupo determinado, socialmente reconocido o identificado.
  + Los ornamentos: insignias, collares, brazaletes, anillos, pulseras... que reflejan creencias, pertenencias o situaciones de diverso alcance.
 + Los saludos, felicitaciones, condolencias, reclamaciones, despedidas, apoyos y alientos.
   + Los mismos insultos gestuales, faciales, manuales, corporales, que intentan transferir la ofensa o la venganza.
 

   3. Lo religioso no verbal

   Hay que recordar que la comunicación religiosa implica mu­chas veces ausencia de palabras explícitas y manifestación de actitudes afectivas o valores intelectuales no sensoralizados.
    Muchos de los valores, intenciones o misterios que laten en las creencias religiosas son intransferibles por vía verbal. Así se ha practicado en la mayor parte de las religiones y también se ha entendido a lo largo de la historia de la Iglesia cristiana.
   Conviene que el catequista esté también familiarizado con esos signos, gestos, posturas o disposiciones, que denotan la presencia de lo sagrado.
   Es interesante entender y oportunamente emplear los códigos no verbales o los gestos aislados: posturas, gestos, saludos, distintivos, etc. Por una parte indican cultura y adaptación ambiental. Y en ocasiones son señales de adhesión a los que los signos representan y evocan.
   Es preciso educar a los catequizandos en los significados de estos vehículos de comunicación. Lo religioso no se identifica con ello, pero no se expresa sin ello y por eso hay que educar la inteligencia y la conciencia para aprender a entender y a comunicar lo que ellos reflejan.
   Señales de identificación religiosa son muchas en la Historia y en la actualidad.
  - Las posturas tienen cierto valor y aun mayor lo poseen con los niños: de oración, de amistad, de respeto, de solidaridad, de dolor... Gestos como ponerse de rodillas, levantar la mano, postrarse, etc. son naturalmente asociados a actitudes espirituales: respeto, adoración, humildad, arrepentimiento.  Se imitan al verlas en los mayores y se recuerdan a lo largo de la vida cuando se han asumido con naturalidad en la infancia.
  - Los objetos religiosos se asocian con creencias o sentimientos piadosos: cruces, medallas, figuras, iconos, rosarios, cirios... Se identifican y se respetan, se admiran y se emplean.
  - Interesantes resultan los hábitos o vestidos que indica consagración o identificación religiosa: sotana o clergyman sacerdotal, hábitos de Institutos religiosos o cofradías... colores, hechuras, partes, piezas, usos y costumbres.
  - Signos de autoridad o de dignidad son muchos también: tiara pontificia, cruz pectoral episcopal, anillos, báculo, palio, capelo cardenalicio...
   Algunos de los signos o gestos de valor cristiano merecen una atención educativa especial: señal de la cruz, bendiciones, objetos sagrados en los actos de culto, acciones penitenciales, gestos rituales, normativas de comportamiento o de trato con determinadas personas, etc.
   A veces nos interesaría recuperar o purificar el significado de algunos de esos gestos para que no se reduzcan a meros usos profanos: traje blanco de novia, vesti­do de primera comunión, ritos y gestos funerarios, en los enterramientos y en los cementerios, bendiciones de objetos, respeto a determinados días, lugares, personas, oficios o tradiciones eclesiales.

 

  4. Especiales códigos

  Atención especial se debe prestar a la catequesis de cie­gos y sordos, con los que se deben emplear determinados códigos que les ayuden a la formación religiosa, sobre todo atendiendo a su incapacidad para captar la palabra escrita uno y la palabra hablada otros.
 
  4.1. Con los invidentes.

   Los códigos y signos de los invidentes ofrecen ya un camino interesante por la capacidad asociativa que estas personas han tenido en tiempos pasados.
   No es sólo el lenguaje Braille el que interesa, sino el conjunto de gestos o acciones sensoriales que en los ciegos, sobre todo niños, tienden a convertir en apoyos de su pensar y vivir: palabras agradables, saludos de manos, objetos de regalo.
   Al care­cer de palabra escrita convencional, o de facilidad para ella, los ciegos presentan exigencias simbólicas muy especiales cuando se trata de su formación religiosa. Sus catequistas tienen que buscar para ellos, y dominar, equivalen­cias verbales, pues para ellos la simbología es una fuente más importante, si cabe, ya que ha de compensar la ausencia de imagen visual.

   4.2. Para sordos

   Algo similar se puede decir de los anacúsicos (sordos totales) y tal vez para los hipoacúsicos (baja audición), aunque para estos últimos la tecnología ofrece hoy compensaciones que prácti­ca­mente normalizan su situación.
    La catequesis de los deficientes auditivos requiere catequistas especializados que sean capaces de añadir con su gestuación específica apoyos especiales de acogida, de interés y de actividad gratificadora.
   Su formación religiosa reclama también méto­dos convenien­tes y técnicas labiales, lenguajes manuales o gestuales, bimodales o dobles.

 
 

 

   5. Terrenos preferentes

   Es interesante aludir al valor tradicional que se da en determinados terre­nos religiosos a los signos no verbales y a la necesidad de familiarizarse con ellos para poder usarlos con soltura.

    5.1. En el campo bíblico

   Tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo, los gestos y los símbolos, las metáforas y los ademanes, las figuras, los emblemas y las imágenes son numero­sos e imprescindibles para entender lo básico de la Escritura.
   Era un lenguaje connatural de la cultura oriental y ha quedado grabado perpetuamente en los libros sagrados. El catequista tiene que usarlo en la formación de los cristianos pues resulta imprescin­dible para captar el mensaje cristiano.

   5.1.1. En los profetas

   Son los libros proféticos los que más usan este lenguaje: metáforas, parábolas, sueños, insinuaciones, emblemas, multitud de gestos que ellos emplean como lenguaje popular y apto para que todos entiendan su mensaje han pasado a la historia cristiana. 
   Por citar algunos, podemos recordar:
    - Isaías purificado con una brasa ardiente (6.6-11), que habla de la viña de Israel (5.1-7) y anuncia un Emmanuel (7. 10-16) o Dios con nosotros.
    - Jeremías habla de las dos hermanas aludiendo a Israel y a Judá (3. 6-18), compara al pueblo con la vasija del alfarero (18. 1-17) o con los cestos de los higos (24. 1-5)
  Ezequiel que habla con el enigma y la parábola del águila, de la semilla o del retoño (17. 1-10)
   -  Oseas que desposa a una prostituta y tiene con ella hijas a quienes impone nombres que impactan al pueblo (1. 2-9)  
  -  Amós que anuncia la restauración de una choza que es Israel. (9.11-15)

   5.1.2.  Lenguajes de Jesús

   A la luz de estos lenguajes proféticos y de todos los del Antiguo Testamento es como podemos entender y exponer el misterio de las parábolas de Jesús.
   El Maestro hablaba en parábolas y "sin ellas no decía nada" (Mc. 4.34) "para que se cumpliera lo dicho por el profeta: "Hablaré por medio de parábolas y publicará lo oculto desde el comienzo del mundo" (Mt. 13.35")
   Además hacía muchos signos y ges­tos ante sus oyentes y preguntaba: "¿Habéis entendido lo que acabó de hacer con vosotros?" (Jn. 13.13)
   Y los Apóstoles terminaron por decirle: "Ahora sí que hablas claro y no en figuras; ahora sabemos que Tu lo sabes todo " (Jn. 16.29).
   Multitud de gestos de Jesús son el lenguaje vital y singular que usaba y se convierten en forma clara de anunciar la verdad. Basta recordar algunos de sus gestos para entender su importancia:
   - Su primera aparición fue dirigida a los pastores, los hombres pobres de mala fama entre los judíos (Lc. 2.8-15) Luego fueron los magos, es decir los extranjeros. (Mt. 2.1-11)
  - Fue al Jordán para ser bautizado por Juan y asumió el gesto del bautismo y el signo de la conversión. (Jn.1.29)
  - Puesto sobre el pináculo del Templo "discutió" con el Tentador. (Lc. 4.11-13)
  - Las Parábola del Buen Pastor (Jn. 10. 11), del Sembrador (Mt.13.1-9), del Hijo pródigo (Lc. 15. 11-29), de los viñadores asesinos (Mc. 2. 1-12), son nucleares en el mensaje cristiano.
  - Hechos simbólicos, como la multiplicación de los panes y de los peces (Mt. 14. 13-19), la curación del ciego (Jn. 9.1-30) o del paralítico (Mt. 9. 1-7) y la resurrección de Lázaro (Jn. 14. 1-44), son también claves en el Evangelio.
  - Conversaciones como la tenida con Nicodemo (Jn. 3.1-21), con la samaritana (Jn. 4.1-25) o en la despedida de la Ultima Cena (Jn. 13, 14 y 15), no se entienden sin el lenguaje simbólico como forma de iluminación de la fe.
   Incluso los hechos y gestos posteriores a la Resurrección: comer con los discípulos (Mc. 16. 14-18), identificarse ante los de Emaús en el partir del pan (Lc. 24. 14-35), ascender al cielo y ocultarse en la nube (Lc. 24. 50-51).

 

  

 

   

   5.2. Liturgia y gestos

   Por eso la Iglesia entendió el lenguaje de los gestos como una forma de transmitir la fe. El "partir el pan" (Hech. 2.42-45), el "bauti­zar" al creyente (Hech 2. 38-40), el "imponer las manos" (Hech. 6.6)  o el "ungir con óleo" (Mc. 6.13) sería el lenguaje del compromiso creyente de los seguidores de Jesús.
   Desde los primeros tiempos, los cristianos manejaron ese lenguaje con profusión, compenetración y hasta con admiración.
   Se pueden recordar multitud de gestos cristianos tradicionales que han impreg­nado la vida de las comunidades a lo largo de los siglos:
     - Manos y brazos elevados al orar.
     - Brazos en cruz en la Eucaristía.
     - Color de los ornamentos litúrgicos.
     - Flores y luces en los altares.
     - Lámpara ante el sagrario.
     - Cirio pascual y velas.
     - Genuflexión en la iglesia.
     - Uso de pan bendito y agua bendi­ta.
     - Empleo del incienso y aromas.
     - Imágenes religiosas, sobre todo.
  Especial atención habría que poner al estudiar el significado que dan los cate­quizandos a los ritos sacramentales:
     - el agua bautismal;
     - ofrenda del pan y vino;
     - los ritos penitenciales;
     - consentimiento en el matrimonio;
     - la imposición de manos en la ordenación sacerdotal;
     - imposición de manos en la confirmación y unción de enfermos al final de la vida.

    5.3. El arte cristiano

    Es y fue siempre fuente fecunda de simbologías y de signos en parte procedentes de la cultura y de la tradición y en parte nacidos de la mente del artista creyente en el misterio que pretende grabar en sus obras.
   Sin el lenguaje simbólico no es posible entender el arte religioso: gestos y posturas, vestidos y ornamentos, luces y sombras, también insinuaciones y ademanes.
   Entender ese lenguaje en el arte es con frecuencia penetrar en el profundo designio de quien hizo de él, a través de los pinceles, del mármol o de las vidrie­ras, un modo de anunciar esperanza, caridad y fe.